por María Cristina Alonso*
La
Ciencia ficción es un género de la incomodidad y de la incertidumbre. Desde Historia
verdadera de Luciano de Samosata hasta Under the dome de Stephen King, las historias que se cobijan bajo este género -y
que van mutando a lo largo del tiempo con el derrotero de la experimentación
humana- nos hablan más de nuestras incógnitas profundas que de los
misterios del universo.
En
su libro de poemas Ciencia ficción, el poeta mendocino Hernán Schillagi transita
por los tópicos de este género para refundar territorios que la poesía no había
recorrido. La poesía, dice Hernán citando a Alejandra Pizarnik, es “el lugar
donde todo sucede.”
Y
todo sucede en estos poemas de factura exquisita, poemas que nos van proponiendo
múltiples lecturas. Aquí están los bradburyanos canales abandonados de Marte,
la tierra roja, la voz de los antiguos habitantes del planeta y sus barcas como
luciérnagas fugaces. Acaso volvemos, en “luces extrañas”, al imaginario
encuentro, en una solitaria carretera, ya
no de seres de mundos distintos sino de dos seres que intentan ciertas comprobaciones: “si
has resuelto/ nacer conmigo otra vez”
La
poesía
es en sí misma un viaje, un aliento que le insufla vida al barro y abre
los ojos del monstruo, una nave que nos lleva al misterio de la
creación, un artefacto con escotillas por las que vemos pasar nuestros
recuerdos pero también
los mundos que aún no hemos soñado.
Poemas
que nos traen imágenes de las múltiples regiones de la literatura, como un
cohete que deambula por las galaxias de un género hasta no hace mucho poco
prestigiado, vamos del monstruo de Mary Shelley , al mano de Oesterheld
de cuya “garganta nace un himno de muerte”, las palabras finales de Nemo
luchado con su rencor como un monstruo de acero, el contador automático de
estrellas que imagina Roberto Arlt en El juguete rabioso, y las calles
hechas de niebla de la Londres por la que Stevenson hizo deambular la dualidad
de Jekyll.
Como
toda buena literatura, los poemas de Hernán nos devuelven más preguntas que
respuestas, porque el futuro que construye la ciencia ficción y que merodea en este libro está lleno de
preguntas que viajan “como una roca encendida/ de un extremo a otro de los
sueños/ y en esa distracción de la muerte/ podré robarte las preguntas/ que ya
me esperan en el futuro” (viaje en el cometa).
En
estos poemas hay dioses derrotados y mundos exteriores explorados por “navegantes telúricos de los doce tomos de
la enciclopedia salvat”. Lo lejano y lo cotidiano como territorios íntimos
enfrentados a lo insondable, señales de humo hacia el firmamento que interrogan.
Poemas
que nos cuentan que estamos solos en el universo, que “somos el sueño
cristalino de los peces/ que avanzan dormidos por la noche del mar”.
*Reseña publicada en el blog "La Biblioteca de Cristina" el 14/11/2014