Desde
ya no me considero un devoto del género ciencia ficción tanto como sí de la
lírica poderosa que se filtra de sus páginas. Al concluir un cuento de Ray
Bradbury, una novela de Julio Verne o algún capítulo de Viaje a las estrellas, toda persona debería advertir un golpe
extraño: el de saber que algo ha mutado en su interior para siempre. Ese es el
efecto revelador de la poesía.
Por lo mismo, Alejandra Pizarnik
sospechaba que la poesía es el lugar donde todo sucede y es posible; así
también –agrego-, la ciencia ficción propone explorar todas las posibilidades
del género humano, como un sueño con los ojos abiertos.
Quizá por eso, el cuerpo de
estos poemas sale al encuentro de ese punto de contacto entre la osamenta de la
narrativa y la carnadura de la lírica para que, como el navegante que atraviesa
la oscura e inquietante galaxia, conozca a conciencia sus límites. Tan solo así
los podrá traspasar.
HERNÁN SCHILLAGI
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